Desde afuera Juan transmite tranquilidad, pero dentro es un manojo de nervios. Está a punto de presentar su nueva canción en el auditorio más importante de la ciudad. Y no es una canción más, fue la que menos tiempo le llevó componer por le fuerte impacto emocional que tiene la letra para él "Una lágrima sobre el teléfono".
Habían tenido una pelea, una más de tantas otras y para Juan no iba más de eso. Esa noche el clima acompañaba la situación como si de una escena de cine hollywoodense se tratara. Cada momento en que la discusión elevaba su tono, la lluvia caía aun más fuerte. Pero aquello no era ficción, sino la realidad de la vida.
Seis días habían pasado de aquella tormentosa noche y todavía no habían vuelto a hablar. El dolor, y quizás el ego también, que tenía Juan al recordar las hirientes palabras que salieron de sus bocas sin vaticinar las posibles consecuencias, impidió que en esos días llamara a Malena. Arrepentido por todo, pero aún dolido Juan esperó. El amor que sentía por ella era incapaz de ser medido, sin embargo sentía que no debía dar el primer paso. Creía que de una vez por todas, ella sería la primera en ceder e intentar recomponer la relación. Aquellos días, la ausencia que sentía en su corazón le jugó una mala pasada en su trabajo, su desempeño fue tan bajo que sus compañeros comenzaron a preocuparse.
Llegaba a su casa todos los días y mientras tomaba alguna bebida que ayudara a calmar su dolor, sin parar daba vueltas alrededor del teléfono. Un día no soportó más y llamó, necesitaba escuchar la voz de su amada Malena, necesitaba pedirle perdón, necesitaba hablar. Marcó su número y esperó, nadie contestó. Lo hizo tres veces más y en el último intento una voz escuchó. Pero no era la de Malena, sino la de su madre. Allí recibió la noticia que nunca hubiera querido escuchar: Malena había fallecido la noche que se vieron por última vez.
Llegaba a su casa todos los días y mientras tomaba alguna bebida que ayudara a calmar su dolor, sin parar daba vueltas alrededor del teléfono. Un día no soportó más y llamó, necesitaba escuchar la voz de su amada Malena, necesitaba pedirle perdón, necesitaba hablar. Marcó su número y esperó, nadie contestó. Lo hizo tres veces más y en el último intento una voz escuchó. Pero no era la de Malena, sino la de su madre. Allí recibió la noticia que nunca hubiera querido escuchar: Malena había fallecido la noche que se vieron por última vez.