El amor, ese sentimiento esquivo y desconocido que el hombre persigue desde tiempos inmemoriales, el que quita el sueño, se impregna en pijamas y quiere hacerse presente en cada persona que pasa por nuestras vidas, aunque la mayoría de las veces no lo logra. Lo buscamos con la desesperación del sediento, muchas veces bebiendo de las copas repletas que nos lo quieren brindar pero no logran sacar la sed.
Sin embargo, cuando realmente creemos encontrarlo nos volvemos ambiguos y desorientados, necesitamos que la persona en la cual depositamos ese anhelo nos escuche y nos entienda, aun cuando el mensaje no muestra claridad.
Queremos todo y no pedimos nada, dejando que a suerte y verdad seamos comprendidos por pura dialéctica que se ve confrontada a sí misma en el afán de convencer y convencernos. Poesía absurda e inconexa que por raro que parezca comienza a darnos el sentido mismo de la vida, en un mundo donde todo y todos estábamos perdidos.
Dejando de lado los lujos de pasiones de las que apenas terminadas ya no recordamos, para volvernos mendigos de las migajas que el que creemos, afirmamos y deseamos desesperadamente sea nuestro verdadero amor.
Por Nazarena Niemaszczuk.
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