No hay dudas de que la aparición de las comunicaciones inalámbricas (sin cables, por ondas de radio) generó una verdadera revuelta dentro de la revolución tecnológica; en esa agitación, una experiencia provinciana nos toca de cerca.
Casi un siglo atrás, durante los festejos del centenario de la Revolución de Mayo, el flamante Premio Nobel de Física e inventor de la radiotelegrafía y la radiofonía, Guglielmo Marconi, llegó a nuestro país junto a varios colaboradores. Basándose en los legados científicos de los físicos James Maxwell y Heinrich Hertz, años atrás había desarrollado un dispositivo para propagar una señal radioeléctrica a través del éter y detectarla.
Al llegar a Argentina, Marconi se instaló en la localidad de Bernal ubicada en el sur de la provincia de Buenos Aires. Como no tenía a disposición una torre, se dedicó a remontar cometas con un hilo metálico que servía como antena. Finalmente una tarde logró recibir las primeras señales desde más de 9500 Km. de distancia, primero desde Norteamérica y luego desde Irlanda. Ese día se realizó la primera transmisión transatlántica desde América del Sur. "Me place haber realizado estas pruebas con tanto éxito... Creo que un país de tan dilatado territorio como la Argentina será de los más beneficiados por este medio de comunicación... No puedo dejar de hacer presente mi reconocimiento a la ayuda que se me ha prestado en estas pruebas..." dirá Marconi tras culminar sus experiencias en nuestra región.
Su estadía generó la curiosidad y el contagio de algunos jóvenes porteños, incluidos entre ellos Enrique Susini y sus amigos de la escuela de medicina. En 1915, la comunidad de la radio se había convertido en un grupo lo bastante grande y notorio como para figurar en la nota de un diario mencionando que los aficionados "forman una especie de fraternidad, intercambiando noticias, hablando unos con otros a través de grandes distancias e incluso transmitiendo pequeños conciertos de piano y violín a través de sus conexiones".
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